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Joaquín Araújo

10:30

LOS DOBLEMENTE DESARMADOS


Es tan sincera la violencia que muchas veces la paz nos parece mentirosa, casi hipócrita. Todos podemos llegar a ser violentos si nos violentan lo suficiente. Pero casi nadie alcanza a ser del todo pacífico ante la superioridad que confiere, de forma por completo gratuita, el que realmente no responderá nunca con agresividad, venga lo que le venga encima. Descomunal, casi imposible, por tanto ser pacífico. Dificultad que lo hace todavía más atractivo.


La paradoja comienza cuando los enajenados con la seguridad han conseguido que la inseguridad sea la norma en los dominios, tanto de lo humano como de lo espontáneo. Porque lo realmente amenazado es lo por completo indefenso. En ese caso están, por ejemplo, más de la mitad de la Humanidad. Esa que vería satisfechas las demandas más elementales de su dignidad con que tan solo los ricos reorientaran sus gastos en seguridad durante un mes. Otro tanto sucede en la Naturaleza, que si bien es garantía de los suministros más elementales es desprovista cada día más de sus dominios y de sus potencialidades. El mundo resulta mucho más inseguro cada día por el hecho de que las fuentes de la renovación de la vida se están secando.


Por eso el que realmente descarta el uso de la violencia debe ir un poco más lejos. Porque de lo que se trata realmente es de que nos resulte imposible recurrir a la agresión incluso en el caso de que la deseáramos con todas nuestras fuerzas y por motivos defensivos. En esto se puede apreciar una notable superioridad en el campo de la moral en las formas básicas del budismo primitivo, que consideraba execrable incluso el ejercicio del derecho a la defensa de la propia vida en el caso de que estuviera amenazada. Las ramificaciones de esto alcanzan a las formas de esa otra violencia que es la imposición de creencias, modelos culturales, estilos de vida, idiomas o costumbres.

Llevado a uno de los motivos de la actualidad, que tanto alegato para el desarme de Irak nos ha traído, el pacifista activo es que se desarma doblemente. Renuncia al uso de cualquier tipo de armamento y no menos a que este exista a disposición de cualquier forma de ira. Pero tampoco detiene en la guerra, jamás frenada del todo, su disposición. Porque se desarma también ante el resto de lo viviente. Y renuncia a saquear los paisajes, los manantiales, la vida y la belleza no humana del mundo. La paz se aprende si se está doble y voluntariamente desarmado.